Seguro que más de una vez has escuchado lo de “una copa de vino al día es bueno para la salud”. Sin embargo, hoy venimos a contarte la verdad sobre este mito.
La idea de que una copita de vino ayuda a prevenir ciertas enfermedades proviene de estudios que relacionan un consumo moderado de alcohol con un menor riesgo de sufrir algunas de ellas, especialmente las cardiovasculares, pero esto viene dado por otros factores relacionados. Por ejemplo, se puede dar el caso de personas que al tomar alcohol de manera moderada en un ambiente más social, provoque la disminución de su estrés y, por ende, conlleve tener menos probabilidades de sufrir una enfermedad cardiovascular.
Es por esto que cuando buscamos el origen, encontramos que existen diferentes estudios que apuntan a que la ingesta de alcohol moderada puede beneficiarnos en el incremento de biomarcadores protectores de enfermedad cardiovascular disminuyendo la presión sanguínea logrando también una reducción en arteriosclerosis, pero no significa directamente que el alcohol beneficie nuestra salud. .
Es más, cuando hablamos de ingesta de alcohol moderada se la puede relacionas con el riesgo de sufrir cáncer, concretamente el cáncer esofágico. Por lo tanto, de ninguna de las maneras, se le puede atribuir beneficios positivos sobre la salud y nuestro cuerpo.
El alcohol puro aporta 7 calorías por gramo. Dicho esto, si comparamos lo que nos aporta su ingesta con un nutriente como las grasas, éstas nos aportan 9 calorías por gramo es decir, solo 2 kCal más, pero las grasas contienen nutrientes, muchos de ellos necesarios para realizar diferentes funciones orgánicas y el alcohol, por lo contrario, no nos aporta ninguno. De ahí que comúnmente lo llamemos “calorías vacías”, o lo que es lo mismo, ¡energía a cambio de nada! Es más, si vamos más allá, en ocasiones el alcohol tiene relación con la sensación de hambre, aportando un menor control del mecanismo de la saciedad.
Otro contra a recalcar relacionado con éste es que la ingesta de alcohol interrumpe la oxidación de las grasas en el cuerpo. Es decir, podemos tomar una “caña” e ingerir únicamente 150 kCal pero nuestra tasa metabólica se va a ver alterada a la hora de oxidar grasas. Si disminuimos la oxidación lipídica, no es que ganemos grasa como tal, pero sí generamos un impacto a la hora de poder quemar más grasas obstaculizando este proceso.
No obstante, todo no es blanco o negro. Si hablamos de pérdida de grasa a corto plazo, la mejor opción sería retirar el alcohol durante un tiempo, pero si hablamos de salud, se puede hacer de manera esporádica y moderada. En este caso, a la hora de escoger el vino sería de las mejores opciones y nuestro gran aliado dentro de todas las opciones.
A la hora de hablar de bebidas espirituosas, tenemos que tener en cuenta que el alcohol inhibe la vasopresina, o lo que es lo mismo, la hormona antidiurética. Esta inhibición es uno de los factores que contribuye al dolor de cabeza la mañana siguiente de haber bebido, ya que contribuye a una rápida pérdida de agua y deshidratación en general de nuestro cuerpo. Nuestra recomendación es beber suficiente agua el día de después y sal para recuperar los electrolitos perdidos a causa de la ingesta de alcohol.
Por último, nos gustaría daros un pequeño consejo a la hora de escoger qué bebidas pueden afectarnos en menor grado. Dentro de todas las bebidas espirituosas aquellas menos destiladas y de color más oscuro tienen mayor cantidad de congéneres, y producen peores resacas a la mañana siguiente. Por lo tanto, nuestro consejo es escoger aquellas más blancas.
Aquí os dejamos una tabla orientativa de la cantidad de kCal que aporta cada tipo de alcohol a nuestro organismo.
Esperamos que el artículo de hoy os haya podido aportar una mejor visión de los efectos del alcohol en nuestro cuerpo y cuales pueden ser las mejores opciones cuando quedamos con los amigos para tomar unas cervecitas al sol.
¡Nos vemos la semana que viene equipo!
Victoria Castillo
Estudios:
https://www.jsad.com/doi/abs/10.15288/jsad.2016.77.185
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